El término asertividad ha pasado a cobrar un gran protagonismo en las últimas décadas sobre todo en el mundo de la psicología, de las relaciones personales, laborales, etc.
Pero, ¿A qué nos referimos con asertividad?
La asertividad es la capacidad de expresar nuestros deseos, ideas, preferencias, límites, desacuerdos… En definitiva, exponer nuestras ideas, pensamientos y sentimientos a las demás personas, de un modo que no resulte hiriente y sintiéndonos tranquilos y con derecho al hacerlo.
Lo contrario de estar siendo una persona asertiva sería por ejemplo, para hacer valer nuestra opinión, humillar al otro con el fin de desacreditarle, herirle, ofenderle, etc. También la imposibilidad, muchas veces por temor a la reacción del otro o por miedo al rechazo de éste, de expresar nuestras ideas y emociones.
¿Qué logramos manejando y aumentando nuestra asertividad?
Expresar claramente las propias necesidades y deseos. Nos ayuda a la consecución de nuestros objetivos y mejora la satisfacción personal e interpersonal. Promueve el autorespeto y el respeto hacia las demás personas, ayuda a mejorar y mantener nuestra autoestima. Aumenta el manejo de situaciones tensas o que nos resulten incómodas, ya que sentimos que podemos defendernos o protegernos de ellas sin que nadie resulte emocionalmente herido o herida. El ser capaces de manejar la asertividad nos proporciona una sensación de tranquilidad y de expresión del self.
No utilizar la asertividad nos puede llevar a emplear la agresividad para defendernos o expresar nuestros límites, y/o a recurrir a la inhibición de nuestros deseos, opiniones, necesidades y percepciones. Ambos modos de proceder pueden provocar sentimientos de frustración, desmotivación, apatía, baja autoestima, ansiedad, etc., además de repercutir notablemente en las relaciones personales, laborales y familiares.